Lorca y Granada son uno: la ciudad y su poeta comprimidos en una esencia inconfundible. Federico llegó con su familia desde La Vega en 1909 y aunque en 1919 se marchó a Madrid y luego recorrió España y visitó Nueva York, La Habana, Buenos Aires y Montevideo, los lazos resistieron hasta el fatídico agosto de 1936 en que fue asesinado. Pero antes se emocionó en sus calles, bebió sus atardeceres, fue alumno del Instituto General Técnico, se dejó mecer por los amarillos del otoño y publicó su primer libro. Participó activamente en la tertulia de El Rinconcillo, en el Café Alameda, donde conoció a una generación irrepetible de nuevos creadores. En Granada intimó con Falla con quien organizó en la Alhambra el Concurso de Cante Jondo en 1922 y, un años después, en su casa de la Acera del Casino, la célebre función de títeres con motivo del Día de Reyes. Cada vez que abría una puerta o leía una conferencia estaba, sin saberlo, fundando un lugar lorquiano y grabando en él una huella indeleble. Lorca and Granada are one: the city and its poet compressed into a single unmistakable essence. Federico arrived wit