Lo que no quieren que sepamos, lo que nunca se dice por miedo, ese es el secreto que late al otro lado de estos ojos abiertos, estos versos hambrientos y anhelantes de vida. Sí, hemos sabido que en los países heridos bombardearon los espejos para amarnos en la verdad. Las imágenes, los verbos de Raúl nos liberan, nos desconfinan de esa amable confusión que nos habita y en la que llevamos capturados, pareciese que siglos, desde que una mañana oímos la sirena del futuro que zarpaba sin nosotros. No todo se ha perdido aunque seamos extranjeros de nosotros mismos. Nos quedan estas palabras en plural, escritas en servilletas y facturas, que han dormido en el bolsillo de un gabán durante años. Y un consejo antes de leerlas, el de Paul Valéry: Amigo, no entres sin deseo. Solo así quizás podamos regresar a un tiempo puro y sin complejos; el de la fundación de las cosas, la primera voz de los sentimientos a los que dimos nombre, el hueco donde respirar, la luz detrás de la piel. Lo que no quieren que sepamos: Que la salvación sólo es posible a través del amor.